viernes, 6 de agosto de 2010

¡Dientes, dientes!

Os quiero contar algo que me ha pasado esta mañana. Hallábame viniendo a mi casa en el autobús de siempre y en el asiento de siempre (penúltima fila de asientos antes de las puertas centrales, lado izquierdo, pasillo) cuando justo a unas diez paradas antes de donde me tenía que bajar, se sube un abuelillo. El abuelillo, bastante cascado ya, sube al autobús y se sienta en el asiento de mi lado (penúltima fila de asientos antes de las puertas centrales, lado derecho, pasillo, esto es, a mi lado pero con el pasillo central entre nosotros). El abuelillo, que no podía ni con las coplas, se agarraba con las dos manos a la barra del asiento de delante, no fuera a ser que en una curva se cayera. El señor mayor (por no volver a llamarle abuelillo) iba haciendo el típico sonido característico de persona colocándose la dentadura postiza, ya sabéis, como un rechinar, como un frisfrisfris, ese típico ruidillo molesto y bastante repugnante, como chupando una piruleta invisible o algo así, ya sabéis a lo que me refiero. Vale. El abuelillo seguía a lo suyo, colocándose y recolocándose y requetecolocándose los dientes sin parar. Efectivamente, os podéis imaginar lo que pasó. Pensad un poco y acertaréis. Pues si, que se le cayeron los dientes de mentira de la boca, al buen señor. Tanto frisfrisfris, pues dentadura al suelo. Yo me percaté cuando el abuelillo ya estaba medio encorvado (más) en el asiento buscando. Lo que pasó a continuación fue todo un festival: cuestas, curvas, acelerones... La dentadura postiza iba dando tumbos de un lado para otro del pasillo del autobús, cogiendo mierda del suelo a su paso... La gente hacía ademán de agacharse desde sus asientos a coger los falsos dientes para devolvérselos al pobre abuelillo, pero claro, era mentira, realmente nadie tenía ninguna intención de coger aquella prótesis llena de babas y guarrería variada del suelo. La escena era así: "¡Uy que casi los cojo!", "ay, ¡por poco!", "cachis la curva, ¡los tenía ya!" como con mucho interés, pero todo de boquilla, absolutamente nadie tenía intención de recoger aquello, era obvio. El abuelillo era el único que hacía por coger la dentadura de verdad (la de mentira, pero con interés de verdad), por la cuenta que le traía, pero su movilidad era bastante limitada... Después de varios minutos de tensión, con el conductor del autobús perdiendo puntos del carné a cada bandazo que daba, los dientes de acá para allá, la gente haciendo como que los cogían pero no y el abuelo pasándolo realmente mal, pues... Digamos que acabaron justo a mi lado. Si. En un semáforo. En el semáforo del Promovid. Aquella maldita dentadura de pega se quedo quieta justo a mi lado, la muy cabrona. El abuelillo me miró con cara de alivio e ilusión, esperando que la recogiera y acabar con el mal momento. Mal asunto. Mal mal asunto. Me tocaba a mí pringar. En el autobús no había mucha gente, y el resto de pasajeros se encontraban lo bastante lejos y disimulaban lo bastante bien ("ale, ya coje los dientes la chavala, sigo con mis sukodus") como para pedir a nadie un pañuelo con el que poder recoger la prótesis del suelo (yo, que soy una persona precavida, no suelo llevar pañuelos en el bolso, ya veis). Menuda tesitura.

Algo había que hacer.

Pues justo era mi parada, así que me levanté, sorteé la dentadura y me bajé del autobús.

5 comentarios:

  1. Si promete que le pasarán cosas como esta cada día, o que fingirá que le pasan, le doy una columna veraniega en el próximo periódico de tirada nacional que funde.

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  2. yo hace tiempo que aprendí a coger dentaduras postizas con los pies y colocarlas en su lugar. Son las ventajas de ser una persona de edad avanzada.

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  3. Edgar, estoy preparada para esa supuesta colummna en ese supuesto y futuro periódico. De hecho, me he dado cuenta que hay un nexo común en la mayoría de historias, y es el transporte públco, sitio en el que paso más tiempo que en mi casa. La columna, señor director, se puede llamar "Que chupi lo pasemo en el bus".

    Kike, hombre, ¿edad avanazada? Edad avanzadísima, no te quites años. Por cietto, te enlazo YA

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  4. te deseo que no te se caigan nunca los dientes
    s.

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  5. Al abuelo se le cayeron los dientes porque no paraba de jugar con ellos, si se hubiera estado quietecito...

    A mi los dientes no, pero la placa del bruxismo...

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